La enfermedad es la Alzheimer (EA) es la causa más frecuente de enfermedad neurodegenerativa que cursa con demencia. Esto es debido a que se produce un envejecimiento anormalmente acelerado del cerebro o neurodegeneración. Dicho envejecimiento patológico se inicia generalmente en las áreas corticales que desempeñan funciones relacionadas con la memoria y se va extendiendo progresivamente a la totalidad del córtex cerebral, lo cual produce síntomas cognitivos cada vez de mayor intensidad y extensión que acaban produciendo demencia, es decir, interferencia en la capacidad de la persona para mantener sus tareas habituales de modo totalmente autónomo.
Actualmente no disponemos de un tratamiento curativo, capaz de frenar ese envejecimiento cerebral anómalo e incluso revertirlo. No obstante, disponemos de tratamientos potencialmente modificadores de la enfermedad, fármacos que podrían enlentecer o frenar el proceso de envejecimiento patológico de la EA, que están en investigación y a los que se puede acceder mediante la participación en ensayos clínicos. Además, tenemos un abanico de tratamientos sintomáticos farmacológicos y no farmacológicos, que tienen evidencia científica en la mejora de los síntomas de la enfermedad y por tanto de la calidad de vida del paciente y su familia.
En este contexto, la terapia de intervención cognitiva se presenta como una opción prometedora y accesible para abordar los síntomas de la EA desde una perspectiva no farmacológica. Aunque existen numerosas pruebas de que la intervención cognitiva proporciona beneficios, no es una opción frecuentemente empleada, debido a la ausencia de cobertura por el sistema sanitario.
La terapia de intervención cognitiva es un tratamiento no farmacológico esencial que puede mejorar la función cognitiva en adultos mayores, tanto cognitivamente sanos como con deterioro cognitivo leve y demencia. Engloba diferentes tipos de intervenciones que tienen el objetivo de mejorar el funcionamiento global de los pacientes y su calidad de vida, así como de mantener su independencia.
Los datos actuales indican que esta mejoría se logra debido a que la intervención cognitiva es capaz de alterar la excitabilidad neuronal, lo cual promueve procesos de plasticidad cerebral y compensatorios; aunque los mecanismos subyacentes todavía no se conocen completamente.
Además, la evidencia científica apunta a que esta mejora puede estar relacionada con la reserva cerebral y cognitiva, dado que se ha observado un mayor desarrollo de estrategias cognitivas de compensación tras daño cerebral en personas con mayor nivel educativo y demandas en la vida diaria.
La terapia de intervención cognitiva incluye el entrenamiento cognitivo, la rehabilitación cognitiva y la estimulación cognitiva.
El entrenamiento cognitivo consiste en realizar una intervención específica sobre una función cognitiva determinada (ej. memoria, atención…) Esta intervención se basa en la elaboración de una tarea concreta que el paciente practica reiteradamente, diseñada para mejorar la función cognitiva que se entrena (por ejemplo, para mejorar la orientación temporal se indica al paciente que realice la tarea de pensar y anotar la fecha cuando se levanta por la mañana y que la compruebe posteriormente; para ello se implementa un calendario en una pared donde el paciente tacha el día actual…)
Este entrenamiento puede mejorar la iniciativa verbal, estabilizar la memoria y lograr beneficios en la función cognitiva global tras intervenciones tanto a corto, medio como largo plazo. Además, ha demostrado mejorar los síntomas depresivos de los pacientes tras intervenciones cortas. Sin embargo, no se ha observado que este efecto positivo en la función cognitiva global y sintomatología depresiva se mantenga cuando la intervención finaliza.
La rehabilitación cognitiva es una intervención específica y personalizada que emplea
ejercicios cognitivos concretos adaptados a las necesidades y posibilidades del paciente, dirigidos a un objetivo específico y centrados en mejorar su funcionalidad. Suelen organizarse en módulos de trabajo con diferentes sesiones donde se comienza identificando los problemas y estableciendo los objetivos y posteriormente se realiza un programa de trabajo cognitivo individualizado que se evalúa posteriormente. Mediante esta aproximación individual, se trata de mejorar directamente las dificultades cognitivas más relevantes para el paciente y su familia.
La estimulación cognitiva es una intervención cognitiva general. Incluye la Terapia de Reminiscencia que intenta evocar recuerdos de la vida del paciente con la ayuda de estímulos familiares para él (por ejemplo: fotos, música, vídeos, etc) y puede ser eficaz en la mejoría de la función cognitiva global, calidad de vida y en la reducción de los síntomas depresivos.
También incluye la Terapia de Orientación a la Realidad, que es un conjunto de técnicas mediante las cuales el paciente toma conciencia de su situación en el tiempo, espacio y persona (por ejemplo, repetir una misma información referente a si mismo y al tiempo y lugar en el que se encuentra, en cortos intervalos de tiempo; realizar preguntas al paciente sobre datos importantes de su vida y sobre la fecha y lugar donde se encuentra…), lo que proporciona al paciente una mejor comprensión de sí mismo y de su entorno.
Entre otras actividades se incluye la discusión de los eventos pasados y presentes y de temas de interés, juegos de palabras, rompecabezas, musicoterapia y actividades prácticas como cocinar o la jardinería…
Los programas de estimulación cognitiva han mostrado mejorar la cognición, los síntomas conductuales y psicológicos y la calidad de vida en los pacientes con EA.
La elección del tipo de terapia cognitiva depende de la intensidad de la afectación cognitiva, aunque debe considerarse también la sintomatología conductual y psicológica del paciente. Así, en pacientes con deterioro cognitivo leve y muy leve están principalmente recomendados el entrenamiento cognitivo y la rehabilitación cognitiva, aunque también se benefician de terapias de estimulación cognitiva. Y pacientes con afectación moderada y severa pueden beneficiarse de terapias de estimulación cognitiva de reminiscencia y orientación a la realidad.
Además de la terapia cognitiva, el ejercicio físico ha demostrado ser un tratamiento beneficioso, que puede mejorar la función cognitiva y enlentecer la progresión del deterioro cognitivo, así como retrasar el inicio de síntomas como apatía, confusión y depresión y mejorar el sueño de pacientes con EA.
En la actualidad existe consenso en considerar más eficaces aquellos modelos de intervención que combinan los tratamientos farmacológicos y los no farmacológicos para personas con EA, por lo que deben recomendarse a nuestros pacientes.
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