Vosotros, que, quizá por no ser buenos, os encubrís los rostros,
atended y escuchad lo que deciros quiero
¿Qué locura o qué desatino me lleva a contar las ajenas faltas,
teniendo tanto que decir de las mías?
Don Quijote de la Mancha
Miguel de Cervantes
Según la axiología, la teoría de los valores, el bien es la realidad que posee un valor positivo y por ello es estimable1. Esta disciplina, originalmente filosófica, pero con unas bases neurales cada vez mejor conocidas2, se ha ocupado históricamente de comprender el valor ético de la bondad, tanto en lo que a los bienes morales (conducta) como a los naturales (objetos) concierne, con frecuencia relacionados y, en ambos casos, materia de la teoría axiológica3.
Con querencia por la boca del lobo, prono a entrar al trapo a sabiendas, agitador de más de un avispero, curioso y observador por naturaleza, me arrogo la gracia de, en este editorial, tras treinta años ejerciendo la Medicina, hablar del bien, de hacer el bien. Atended y escuchad lo que deciros quiero y a quien escribe enjuicia.
Hacer la carrera de Medicina y ejercer la profesión solo es explicable desde la virtud, que Pellegrino define como un rasgo del carácter que dispone a su poseedor a intentar, habitualmente, lograr la excelencia con respecto al telos (finalidad) específico de su actividad humana4,5, que en Medicina es promocionar la salud, curar, aliviar, consolar y acompañar. Estos rasgos de carácter, estas virtudes, pues son muchas las necesarias, posibilitan la buena práctica de la más bella de las profesiones; no desfallecer; ser, pese a todo, mejores. En su ética de la virtud para las profesiones sanitarias, Pellegrino propone la siguiente lista de virtudes: fidelidad a la palabra dada, a la confianza depositada en el paciente; benevolencia; abandono del propio interés; compasión y empatía; honradez intelectual; justicia y prudencia5. Sin embargo, no es sencillo ser siempre bueno, siempre excelente. El paso de los años, especialmente en las últimas décadas, está poniendo a prueba las virtudes de los médicos y sus deberes deontológicos. Conviene entonces mirar atrás y atender a aquello que nos impulsó a estudiar Medicina, ese altruismo, esa voluntad, esa bondad, salvaguardias de nuestro ulterior ejercicio profesional.
Hacer el bien es formarse y aprender el oficio lo mejor que a uno le sea posible. Todos los médicos tenemos nuestras enfermedades preferidas, pero una por una somos médicos, luego especialistas y, finalmente, subespecialistas. Y hay que seguir formándose a lo ancho durante toda la vida: es un imperativo de esta profesión. Estar al día es una responsabilidad deontológica para el neurólogo6, aserto extensible al resto de las especialidades. La clave, si realmente te gusta lo que haces, es disfrutar con ello7.
Hacer el bien es no despreciar enfermedades y menos aún enfermos, es afrontar la complejidad y procurar llegar a la causa íntima de todos los males. Lo es, claro está, diagnosticar y tratar a los pacientes, pero sobre todo a las personas que nos piden ayuda. Si algo bueno ha traído la tecnología (biomarcadores, inteligencia artificial, GPT y otros LLM/LMM: large language models/large multimodal models) es que el extenuante proceso diagnóstico de los casos difíciles va a ser mucho más sencillo8 y el paciente dará paso, en bandeja de plata, a la persona, y es ahí donde el buen médico, el buen neurólogo, brilla. En muchos escenarios, GPT-4 ya lo hace mejor que el común de los mortales. Los med-LLM/LMM serán en breve infalibles, se quiera o no. Seguiremos practicando el arte exploratorio de nuestra especialidad, ya que los modelos de diagnóstico médico mediados por inteligencia artificial necesitan datos, muchos datos: síntomas y signos, fenotipos clínicos. Los trastornos neurológicos funcionales aumentarán de forma paralela a la psicopatología acompañante, patente u oculta. Tendremos las consultas llenas de lo que, con frecuencia, han despreciado los demás. Y lo haremos bien, porque somos naturalmente buenos, ¿no?
Hacer el bien es tener siempre la puerta abierta, no justificarse ni ocultarse tras el escudo administrativo, dedicar el tiempo necesario a quien lo necesita y jamás diagnosticar “no patol. neurol.”, por favor. También lo es ser flexible y huir de dogmatismos, pues la MBE de hoy puede ser el hazmerreír de mañana. Practicar la Neurología exige a diario pensar fuera de la caja, del protocolo, ser creativo, indicar fármacos fuera de su ficha técnica. Muchos pacientes no están en los libros y la mayoría no son tipo test.
La honradez intelectual es uno de los factores clave del buen quehacer médico. Debe asumirse que no lo sabemos todo y es preciso pedir opinión a quien tenga más conocimientos cuando sea necesario, pues no tardaremos el devolver el favor. Húyase de hablar de lo que apenas se conoce. En ocasiones no hay más remedio ante asuntos emergentes, a mí me pasa con la inteligencia artificial, pero ser el tuerto en el país de los ciegos es incómodo y, sin que uno se dé cuenta, muchos comienzan a ver mucho mejor que tú. La ilusión de conocimiento y otros sesgos cognitivos son peligrosos y, puestos a sufrir un síndrome, que sea el del impostor.
Cuestión fundamental en esta profesión es el buen trato a los compañeros de trabajo, otros colegas, rotantes, enfermería, auxiliares, personal administrativo, otros trabajadores y especialmente a los estudiantes de Medicina. En este último caso la relación debe ser exquisita por un sinfín motivos, entre otros: quieren aprender y debemos enseñarles; no merecen escuchar nuestras quejas y menos aún que nuestra actitud los desmotive; no hay nada más agradecido que quien estudia Medicina y se siente bien tratado; su ilusión es sagrada y debe alentarse y acrecentarse siempre.
El buen trato con los demás también tiene implicaciones digitales. A finales del pasado siglo se hablaba de normas de “nettiquette”, de cortesía en internet, aplicables entonces al uso del correo electrónico y a la intervención en listas temáticas de distribución de correo electrónico, foros de discusión y herramientas de comunicación como IRC chat. Las originales normas de etiqueta en la red se fueron degradando con el paso de los años hasta llegar a la actual jungla de las redes sociales, sus perfiles anónimos, haters, bots, etc. Atender a los correos en tiempo y forma, saludar y despedirse, no procrastinar la respuesta de quien nos solicita y evitar largos silencios administrativos no deja ser otra forma de hacer el bien, al igual que ser comedido en las redes sociales, aportando contenidos y evitando el autobombo.
Hacer el bien es escuchar al otro, paciente o sanitario, ponerse en su lugar y comprenderle; no pretender llevar siempre la razón, no tensar la cuerda ni la conversación, aflojar, ceder; asumir los errores, responsabilizarse, perdonar y perdonarse, buscar siempre la conciliación; ir a favor de y nunca en contra de. También lo es no hablar mal de los demás (lo que Juan dice de Pedro dice más de Juan que de Pedro, recuérdese), no afear los logros ajenos, no malmeter, no crear facciones, no poner palos en las ruedas ni zancadillear, no hacer trampas ni cometer fraudes: el daño puede ser muy alto y condicionar para siempre la vida de muchas personas. Reponerse, rehacerse, reinventarse, hacer limonada.
Hacer el bien también es investigar y publicar cuestiones que aporten valor. Cuando solo se puede medrar académicamente a golpe de factor de impacto y JCR, cuando hay que pagar para publicar, cuando hay algunos que se cansan en saber y averiguar cosas que después de sabidas y averiguadas no importan un ardite al entendimiento ni a la memoria, según dijo don Quijote a Sancho, algo falla. Determinar la competencia y la valía de alguien por su sola presencia en PubMed o su nivel de inglés, por decir dos factores tan importantes como deseables, creo que es un error. El buen médico, la médica buena, tienden a la sencillez, a la discreción: son quienes dan la clave diagnóstica con la pregunta precisa desde el fondo de la sala de sesiones. Es la elegancia de lo sencillo, hacer simple lo complejo. Si yo tuviera que organizar un concurso de cocina pediría una croqueta; si el concurso fuera de repostería, un arroz con leche; y si fuera de composición musical, un villancico. Y ahí vería la virtud.
Promocionar a los más jóvenes, jugar en equipo, repartir el balón, rodearse de gente mejor que tú, aspirar a ser el más tonto de la clase –¡pero qué clase! – también es hacer el bien. E impartir docencia a tutiplén, organizar cursos, formar a tus colegas y con el tiempo amigos; crear programas bien alicatados, que tengan un discurso, un relato interno, una secuencia lógica, un orden casi poético de las ponencias; trabajar por tu sociedad científica, ayudar a su crecimiento y progreso dedicando tu tiempo con entusiasmo, contagiando esa ilusión: más rápido, más alto, más fuerte, siempre juntos. ¿Acaso todo esto no es hacer el bien? ¿Hay que explicar a estas alturas que dar es un acto de egoísmo neurobiológico inconsciente, que recibe más el que da que el dado?
Hacer el bien es exigir condiciones dignas de trabajo. Lo de Pedro Recio de Agüero (…y tengo el grado de doctor por la universidad de Osuna), el falso médico de Sancho Panza, debe terminar cuanto antes: –Yo, señor, soy médico y estoy asalariado en esta ínsula para serlo de los gobernadores della, y miro por su salud mucho más que por la mía, estudiando de noche y de día. Ya está bien. Tenemos que remar juntos, luchar por la dignificación de la práctica médica, no caer en la trampa de los falsos dilemas pública o privada y dormir 7-8 horas al día todos los días. El sueño de los médicos: guardias, privación de sueño y sus consecuencias9. Léase, por favor.
Y, para ir terminando, un par de menciones a la industria farmacéutica. Hacer el bien es respetar al máximo el trabajo de, por ejemplo, los visitadores que nos frecuentan. Hace años, cuando trabajaba en el Gregorio Marañón y organizaba las sesiones matutinas, invité a uno de ellos a que protagonizase la sesión y nos contase cuál era su formación previa, la que recibía en su empresa, en qué consistía su trabajo más allá de la visita, los puestos a que podía optar dentro de su organización, sus objetivos profesionales, etc. Lo he seguido haciendo con otros puestos de la industria y en otros foros. Siempre sale bien.
Pienso que lo emprendido por Exeltis con esta sección de editoriales10, dejándome abordar temas ajenos a medicamentos y enfermedades de su ámbito con total libertad (se me dio carta blanca que transformé en patente de corso) ha sido una buena decisión, un servicio a los desocupados lectores. Me dicen que estos no son precisamente pocos, que lo agradecen, que son buena gente. Así lo creo.
Vale.
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